Hoy día en el país todo va mal: la política, la economía, la lucha contra el crimen, y la justicia social
Los políticos actuales, de todos los partidos, ya no tienen mística, ideología, valores, buscan únicamente su propio beneficio, para eso quieren el poder
Obama será la esperanza, pero únicamente para los Estados Unidos. México seguirá siendo el patio trasero
Por Sergio Hernández Gil
Rebelde en todos los aspectos de la vida, “incluso en el béisbol” (su deporte favorito); creador superlativo que posee una gran capacidad e imaginación: más de 600 guiones de televisión (Plaza Sésamo, entre otros), así como de radio y cine; argumentista de historietas (Fantomas); decenas de cuentos y siete novelas (tres premios nacionales); obrero de Petróleos Mexicanos y militante comunista en sus años de juventud, Gerardo de la Torre, nacido en Oaxaca capital (15 de marzo de 1938, tres días antes de que el general Lázaro Cárdenas decretara la expropiación petrolera), sostiene que hoy día en el país todo va mal: la política, la economía, la lucha contra el crimen, la justicia social, que es lo peor, pues cada día es más grande la brecha entre pobres y ricos.
Radical, como su perenne aspiración de transformar al mundo –participó en las luchas obreras de los ferrocarrileros de 1957 y 1958, alentando a los petroleros a sumarse a este movimiento‑‑, Gerardo de la Torre habla sin cortapisas, como escribe, sin esconder lo que piensa, cree o siente (“como observadores, lo que hay que hacer es arrojar luz sobre las zonas oscuras de la existencia humana”), y desde esa perspectiva habla de los políticos de nuestros días y de su alejamiento de las causas sociales y de los intereses del país.
En la actualidad los políticos ya no tienen mística, ideología, valores, buscan únicamente su propio beneficio y no defender los intereses del país. “Cuando no son corruptos son oportunistas y si no son oportunistas es porque no existen o son de un mundo que no conocemos. Hablo de todos los partidos políticos sin excepción. Yo pertenecí a la izquierda, una izquierda que ya no existe hace muchos años (ingresó al Partido Comunista en 1959, a los 21 años de edad). La izquierda de ahora es como la derecha de antes”.
“Corrupta, insensible ante las necesidades de la mayoría. Lo único que les interesa es tomar el poder, tener el poder, y beneficiarse ellos y beneficiar, finalmente, a lo que todo mundo tiende a beneficiar en este país, que es a los más ricos, porque si no fuera así no se abriría cada vez más la brecha entre ricos y pobres”, sostiene.
En relación al nuevo presidente norteamericano, el escritor señala que más que la esperanza para el mundo es la esperanza para los Estados Unidos; piensa que no ayudará a México en gran cosa. “Para nada, al contrario, vamos a renegociar en contra el Tratado de Libre Comercio. México seguirá siendo el patio trasero, como hasta ahora”.
“Es un presidente estadounidense que va a hacer lo mejor posible para los estadounidenses, entre otras cosas que tengan trabajo, lo cual hará que trate de evitar que los mexicanos, mediante la maquila o el cruce de la frontera, le quiten el trabajo a los de allá. Punto. El hecho de que cerrara Guantánamo como centro de detención de presos políticos no significa que desaparecerá la base militar en Cuba, pero es únicamente para dar la imagen de que Estados Unidos no puede ser un país de torturadores”.
Comencé a escribir, dice, como una forma de protesta contra la vida que no me gustaba, primero en periódicos obreros, luego me seguí por la narrativa, el cuento, la novela, pero siempre con la idea de utilizarla como un arma política (“cosa de la que luego me convencí que no servía para nada, porque es la televisión, los medios electrónicos los que dominan la información”); entonces, ahora sigo escribiendo, pero nada más como placer, ironiza De la Torre.
De las siete novelas que he escrito, en la mayoría están presentes siempre la vida sindical y la lucha obrera, el movimiento del 68 y la denuncia de la corrupción en todos sus niveles. “En Ensayo General, de 1967, están los movimientos de los ferrocarrileros y de los petroleros detrás; en Muertes de Aurora, está el 68; en Los muchachos locos de aquél verano (Premio Nacional de Novela José Rubén Romero) está el quinismo y toda la corrupción del país; en Hijos del águila (Premio Nacional de Novela PEMEX Cincuentenario de la Expropiación) están las luchas por la expropiación petrolera”.
La literatura tiene una función artística, explica, nos aproxima a la vida, no resuelve sus misterios, los muestra, brinda conocimiento sobre todos sus aspectos: el amor, el odio, la admiración y la envidia, su razón de ser. Por ejemplo, a través de un libro de José Revueltas, que también es un escritor político, puedo acercarme a la angustia, que es un tema constante en el ser humano, una condicionante de su conducta porque es parte de la vida misma.
Hay dos tipos de angustia: la angustia de querer aprehenderlo todo, el Universo incluso y la incapacidad personal de hacerlo, de aprehender con “h” intermedia, de poseerlo; y la angustia de la vida ante la muerte, y que es el miedo a lo desconocido. Si supiéramos que tendremos una muerte tranquila y punto, sería menor esa angustia. “Yo me imagino una muerte como la de Cuando el Destino nos Alcance, que cuando dejabas de ser útil y te tienes que ir ya de este planeta te convertían en unas galletitas verdes, que se llamaban Soylent Green, y te inyectan una triple mortal como las que le ponen a los asesinos y ya, lo convertían a uno en alimento para otros”.
Gerardo de la Torre, a sus casi 71 años de edad (en marzo próximo) se mantiene vigente, plenamente activo, escribe ahora una novela policíaca que sucede en Oaxaca y en la cual pretende acercarse al tema de la Eutanasia y se prepara para escribir otra sobre antecedentes de la Revolución Mexicana “porque tuve un pariente que fue magonista y que se levantó en armas en 1906 en el sur de Veracruz y fue a dar a San Juan de Ulúa”; además continúa con sus clases sobre guionismo en la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) y con sus talleres particulares de cuento, además de reunirse los jueves con sus amigos y alumnos en un bar.
‑‑¿Qué aspirarías?
‑‑Cocaína
‑‑Jajajaja.. En serio, a qué aspirarías
‑‑A escribir unas cuántas páginas más, que sean sólidas, que puedas decir “éstas si me salieron como de Faulkner, como de Scott o de Thomas Mann”. Sobre sus autores preferidos, Gerardo de la Torre señala que hay de dos clases: “Los que me interesan por su literatura y los que me interesan por su leyenda. Como leyenda yo quisiera ser como Hemingway, y como autor como William Faulkner, como James Joyce, incluso como Fedor Dostoievsky, pero me conformaría con ser como Günter Grass”.
*Gerardo de la Torre es autor de siete novelas, otro tanto de libros de cuentos, ha obtenido tres premios de literatura (dos nacionales por novela y uno de Cuba por guión inédito); ha escrito más de 600 guiones de televisión, radio e historietas. Participó en diversos talleres literarios, entre ellos el de Juan José Arreola, fue becario del Centro Mexicano de Escritores y desde 1994 es miembro del Sistema Nacional de Creadores. Ha sido director de la Casa del Lago, creador emérito del Instituto Oaxaqueño de las Culturas, profesor de narrativa en la Escuela de Escritores de SOGEM, Investigador del Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero. Estudió teatro con Carlos Ancira y Rodolfo Valencia.
Rebelde en todos los aspectos de la vida, “incluso en el béisbol” (su deporte favorito); creador superlativo que posee una gran capacidad e imaginación: más de 600 guiones de televisión (Plaza Sésamo, entre otros), así como de radio y cine; argumentista de historietas (Fantomas); decenas de cuentos y siete novelas (tres premios nacionales); obrero de Petróleos Mexicanos y militante comunista en sus años de juventud, Gerardo de la Torre, nacido en Oaxaca capital (15 de marzo de 1938, tres días antes de que el general Lázaro Cárdenas decretara la expropiación petrolera), sostiene que hoy día en el país todo va mal: la política, la economía, la lucha contra el crimen, la justicia social, que es lo peor, pues cada día es más grande la brecha entre pobres y ricos.
Radical, como su perenne aspiración de transformar al mundo –participó en las luchas obreras de los ferrocarrileros de 1957 y 1958, alentando a los petroleros a sumarse a este movimiento‑‑, Gerardo de la Torre habla sin cortapisas, como escribe, sin esconder lo que piensa, cree o siente (“como observadores, lo que hay que hacer es arrojar luz sobre las zonas oscuras de la existencia humana”), y desde esa perspectiva habla de los políticos de nuestros días y de su alejamiento de las causas sociales y de los intereses del país.
En la actualidad los políticos ya no tienen mística, ideología, valores, buscan únicamente su propio beneficio y no defender los intereses del país. “Cuando no son corruptos son oportunistas y si no son oportunistas es porque no existen o son de un mundo que no conocemos. Hablo de todos los partidos políticos sin excepción. Yo pertenecí a la izquierda, una izquierda que ya no existe hace muchos años (ingresó al Partido Comunista en 1959, a los 21 años de edad). La izquierda de ahora es como la derecha de antes”.
“Corrupta, insensible ante las necesidades de la mayoría. Lo único que les interesa es tomar el poder, tener el poder, y beneficiarse ellos y beneficiar, finalmente, a lo que todo mundo tiende a beneficiar en este país, que es a los más ricos, porque si no fuera así no se abriría cada vez más la brecha entre ricos y pobres”, sostiene.
En relación al nuevo presidente norteamericano, el escritor señala que más que la esperanza para el mundo es la esperanza para los Estados Unidos; piensa que no ayudará a México en gran cosa. “Para nada, al contrario, vamos a renegociar en contra el Tratado de Libre Comercio. México seguirá siendo el patio trasero, como hasta ahora”.
“Es un presidente estadounidense que va a hacer lo mejor posible para los estadounidenses, entre otras cosas que tengan trabajo, lo cual hará que trate de evitar que los mexicanos, mediante la maquila o el cruce de la frontera, le quiten el trabajo a los de allá. Punto. El hecho de que cerrara Guantánamo como centro de detención de presos políticos no significa que desaparecerá la base militar en Cuba, pero es únicamente para dar la imagen de que Estados Unidos no puede ser un país de torturadores”.
Comencé a escribir, dice, como una forma de protesta contra la vida que no me gustaba, primero en periódicos obreros, luego me seguí por la narrativa, el cuento, la novela, pero siempre con la idea de utilizarla como un arma política (“cosa de la que luego me convencí que no servía para nada, porque es la televisión, los medios electrónicos los que dominan la información”); entonces, ahora sigo escribiendo, pero nada más como placer, ironiza De la Torre.
De las siete novelas que he escrito, en la mayoría están presentes siempre la vida sindical y la lucha obrera, el movimiento del 68 y la denuncia de la corrupción en todos sus niveles. “En Ensayo General, de 1967, están los movimientos de los ferrocarrileros y de los petroleros detrás; en Muertes de Aurora, está el 68; en Los muchachos locos de aquél verano (Premio Nacional de Novela José Rubén Romero) está el quinismo y toda la corrupción del país; en Hijos del águila (Premio Nacional de Novela PEMEX Cincuentenario de la Expropiación) están las luchas por la expropiación petrolera”.
La literatura tiene una función artística, explica, nos aproxima a la vida, no resuelve sus misterios, los muestra, brinda conocimiento sobre todos sus aspectos: el amor, el odio, la admiración y la envidia, su razón de ser. Por ejemplo, a través de un libro de José Revueltas, que también es un escritor político, puedo acercarme a la angustia, que es un tema constante en el ser humano, una condicionante de su conducta porque es parte de la vida misma.
Hay dos tipos de angustia: la angustia de querer aprehenderlo todo, el Universo incluso y la incapacidad personal de hacerlo, de aprehender con “h” intermedia, de poseerlo; y la angustia de la vida ante la muerte, y que es el miedo a lo desconocido. Si supiéramos que tendremos una muerte tranquila y punto, sería menor esa angustia. “Yo me imagino una muerte como la de Cuando el Destino nos Alcance, que cuando dejabas de ser útil y te tienes que ir ya de este planeta te convertían en unas galletitas verdes, que se llamaban Soylent Green, y te inyectan una triple mortal como las que le ponen a los asesinos y ya, lo convertían a uno en alimento para otros”.
Gerardo de la Torre, a sus casi 71 años de edad (en marzo próximo) se mantiene vigente, plenamente activo, escribe ahora una novela policíaca que sucede en Oaxaca y en la cual pretende acercarse al tema de la Eutanasia y se prepara para escribir otra sobre antecedentes de la Revolución Mexicana “porque tuve un pariente que fue magonista y que se levantó en armas en 1906 en el sur de Veracruz y fue a dar a San Juan de Ulúa”; además continúa con sus clases sobre guionismo en la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) y con sus talleres particulares de cuento, además de reunirse los jueves con sus amigos y alumnos en un bar.
‑‑¿Qué aspirarías?
‑‑Cocaína
‑‑Jajajaja.. En serio, a qué aspirarías
‑‑A escribir unas cuántas páginas más, que sean sólidas, que puedas decir “éstas si me salieron como de Faulkner, como de Scott o de Thomas Mann”. Sobre sus autores preferidos, Gerardo de la Torre señala que hay de dos clases: “Los que me interesan por su literatura y los que me interesan por su leyenda. Como leyenda yo quisiera ser como Hemingway, y como autor como William Faulkner, como James Joyce, incluso como Fedor Dostoievsky, pero me conformaría con ser como Günter Grass”.
*Gerardo de la Torre es autor de siete novelas, otro tanto de libros de cuentos, ha obtenido tres premios de literatura (dos nacionales por novela y uno de Cuba por guión inédito); ha escrito más de 600 guiones de televisión, radio e historietas. Participó en diversos talleres literarios, entre ellos el de Juan José Arreola, fue becario del Centro Mexicano de Escritores y desde 1994 es miembro del Sistema Nacional de Creadores. Ha sido director de la Casa del Lago, creador emérito del Instituto Oaxaqueño de las Culturas, profesor de narrativa en la Escuela de Escritores de SOGEM, Investigador del Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero. Estudió teatro con Carlos Ancira y Rodolfo Valencia.