miércoles, 12 de noviembre de 2008

ENTREVISTA CON ALBERTO CHIMAL


SIN ARTE, LA VIDA DE VUELVE INDIGNA DE SER VIVIDA: ALBERTO CHIMAL

Nuestro problema real no es la voracidad y la estupidez de los políticos
que tenemos, sino nuestra propia sumisión a ellos, puntualiza

Por Sergio Hernández Gil

Autodefinido como una persona tímida que cuenta historias, para quien escribir es un impulso irresistible, “una posibilidad de vivir, de estar en el mundo”, Alberto Chimal, autor de la generación de los setenta con más de una docena de libros de cuentos publicados, la mayoría considerados literatura fantástica, y una novela, Los Esclavos, que saldrá en febrero próximo, muestra su predilección “por esa otra parte de la realidad que son nuestros sueños, temores, aspiraciones”, y que se manifiestan a través de la imaginación, lo inverosímil, lo estrambótico o el absurdo.

Entrevistado desde la Universidad de Calgary, en Canadá, a donde acudió para participar en el Wordfest con dos conferencias sobre su experiencia en el uso de las nuevas tecnologías en la literatura (concretamente los blogs: el suyo es http://www.lashistorias.com.mx/), Alberto Chimal destacó que una muestra de que este proceso no será difícil ni traumático es precisamente nuestra conversación a través de Internet y en la que respondió una veintena de preguntas, entre ellas ¿para qué escribes? ¿qué te motiva? ¿cómo decidiste ser escritor?
“Escribo para seguir con vida. No para vivir de eso (que no lo he podido hacer jamás), sino para que mi propia existencia sea, al menos, mínimamente soportable. Así puedo aspirar a entender(me) un poco más, a decir lo que pienso. No me creo un Iluminado; escribir es una elección vital como otras”.
“Me motiva la posibilidad de articular (tal vez) lo que otros piensan, es decir, de lograr algún tipo de contacto con los otros. Los textos no terminan de existir hasta que son leídos”
“Decidí ser escritor desde pequeño porque amaba (y amo) las historias, los cuentos; en algún momento de la infancia descubrí que las historias que me fascinaban habían sido escritas por personas y no eran fabricadas en imprentas, y ahí decidí que yo quería hacer esto también”, puntualizó este joven escritor, quien cree en “la pasión humana, en la capacidad de maravillarse, en la cercanía, en todos los estremecimientos de conciencia”.
“Di un rodeo por algunos años, cuando la familia me persuadió de que estudiara una carrera ‘respetable’, pero cuando terminé descubrí que no deseaba hacer eso toda la vida y –de un modo que entonces debe haberle parecido suicida a mis parientes– lo dejé todo para escribir. La existencia ahora es precaria a veces, pero mucho más estimulante de lo que sería si hubiera optado por otra carrera… En realidad esto, el escribir, es a lo que estuve dirigido siempre, aunque siempre está el peligro de las frustraciones y las dudas”.
Veo que eres un autor muy prolífico ¿Cómo haces para poder desarrollar tantos temas y textos? ¿Qué traes por dentro?
No sé si sea en verdad tan prolífico… La mayor parte de mi trabajo es muy breve. Pero en todo caso, todo lo que he escrito, o casi todo, tiene que ver con lo que más me importa como escritor y como persona, así que precisamente el hecho de que lo “traiga” adentro es lo que me permite escribirlo.

Cuándo se es tan joven y se tiene ya tanta obra publicada, y múltiples reconocimientos ¿Cómo empiezas a ver el mundo, sobre todo a otros escritores que también hacen su esfuerzo y no avanzan tan rápido? ¿es suerte? ¿calidad? Perdemos nuestro sentido crítico cuando la fama toca a nuestras puertas.

Yo creo que lo peor que uno puede hacer es creerse la publicidad y, por lo tanto, trato de no perder el piso. Yo he tenido suerte, y estoy haciendo mi mejor esfuerzo, pero no creo ser realmente “exitoso”: exitoso es Yordi Rosado, por ejemplo…, y él lo es por trabajar en la televisión. Me importa más poder escribir lo que desee y hacerlo tan bien como pueda que tener ese tipo de éxito. Además, es saludable recordar que en general el éxito es en buena medida obra del azar. Muchos autores a los que admiro enormemente no tuvieron (o no tienen) mucho éxito. Ah, y además la idea que tenemos ahora de la “carrera literaria” me parece errónea: no por publicar pronto se es mejor, de ninguna manera.

Sobre los asuntos sociales, por ejemplo la guerra, el odio, los secuestros, la violencia ¿Te preocupan como temas literarios, como problemas sociales? ¿Qué crees que nos está pasando como personas, seres humanos? ¿Qué debemos hacer?

Me preocupa mucho todo lo que está sucediendo. Y no sólo la violencia en sí, sino el modo en el que los diferentes poderes fácticos (medios, políticos, etcétera, y no únicamente en México) dan la impresión más de querer usarla para sus propios fines que de intentar combatirla. La vida en sociedad es en sí misma un tema literario, y con pleno derecho, de modo que también en ese sentido me interesa, pero además soy consciente de que quien sale de su casa con miedo, o debe luchar por su vida en una zona de guerra, o está sujeto a la violencia más difícil de ver pero no menos terrible de la desigualdad o la discriminación, probablemente tenga más cosas más urgentes en qué pensar que la literatura. El arte puede y debe ayudarnos a ser más humanos, y si no lo tenemos la vida se vuelve hueca, indigna de ser vivida, pero también hace falta que cada persona que pueda asumir una responsabilidad ante los otros la asuma y actúe en consecuencia. Lo que nos está pasando es que no queremos asumir esas responsabilidades, que ni siquiera son tan grandes en la mayoría de los casos: para casi todos no llegan más allá de respetar a los demás, de no tolerar la corrupción, de no mirar para otro lado cuando se les necesita.

¿Crees en los concursos?

Los concursos son una ruleta; ganarlos es (casi) siempre bueno, pero no hay que esperar demasiado de ellos.

Como literato ¿Te has fijado alguna meta? Hay algunos que dicen voy a hacer tantos libros, voy a ganar tantos premios, voy a ser nobel de literatura.

No me he fijado metas así: simplemente quiero seguir escribiendo, tanto y tan bien como pueda. Lo que pueda derivarse de eso será bueno. La idea de la literatura como un escalafón es una de las peores herencias que las generaciones del siglo XX dejaron a las de ahora en México y en otros lugares.

¿Duelen las palabras?

Sí. Pero ese dolor es de los que nos recuerdan que estamos vivos.

Personajes ¿de dónde vienen?

De todas partes: de la vida y de los sueños a partes iguales.

México, vivimos un caos ¿Qué debemos hacer? ¿Crees en la política? ¿Qué piensas de los políticos? ¿Quién debiera gobernar, los intelectuales, los empresarios, los jóvenes?

Gobierna siempre quien tiene la artería y el deseo de poder necesarios. Pero nuestro problema real no es la voracidad y la estupidez de los políticos que tenemos ahora, sino nuestra propia sumisión a ellos. Todos tendríamos que asumir la responsabilidad de gobernar adecuadamente aquello que nos toca gobernar (aunque sea sólo nuestra propia vida, nuestro propio interior).

¿Quiénes son los peores escritores de México?

Se dividen en dos categorías: a) los que creen que la literatura es un juego de “suma cero” (donde todo lo que uno gana implica que otro pierde algo), y por lo tanto se la pasan asumiendo la misma pose ridícula e insistiendo en lo buenos que son ellos y lo malos que son todos los demás; y b) los que creen que la literatura es un escalafón. Dicho esto, la mayoría de los escritores de México (y de todas partes) pertenecen a uno de ambos grupos, o a los dos.

Qué prefieres ¿el dinero o la fama?

La libertad.

¿Hay un personaje al que te gustaría parecerte? Alguien inventado o real…

Admiro a muchos, aunque tal vez porque dudo de poder estar a la altura de ninguno de ellos: en este momento me acuerdo de Frodo, el protagonista de El señor de los anillos; de Joe Chip, de la novela Ubik, de Philip K. Dick; y de Sancho Panza, que a mí me parece el de más carne y hueso de todos los personajes de Cervantes.

¿Falta amor para la literatura?

Sí, como falta amor por los otros seres humanos y por el ecosistema. Pero por suerte ninguno de esos amores se ha extinguido del todo aún.

¿Qué piensas de los apoyos actuales a la cultura?

Me parecen buenos, siempre y cuando no se conviertan en el objetivo central de quien los busca. Una beca debe servir para que quien la recibe trabaje en un proyecto que justifique el otorgamiento de la beca; es terrible cuando (como ocurre tantas veces) el trabajo es sólo la excusa para obtener el dinero. Eso es una de muchas perversiones de las artes de nuestra época, así como lo fue de otras.

Alberto Chimal nació en Toluca, Estado de México, en 1970. Estudió Ingeniería en Sistemas Computacionales en el Tec de Monterrey, campus Toluca. En 1995 vino al Distrito Federal a estudiar en la Escuela de Escritores de SOGEM y luego en la UNAM donde obtuvo la maestría en Literatura Comparada. Ganó tres veces el premio “Becarios” del Centro Toluqueño de Escritores y en 2002 el Premio Nacional de Cuento de San Luis Potosí, entre otros reconocimientos.

ENTREVISTA CON GUILLERMO VEGA ZARAGOZA


El libro no desaparecerá, se convertirá en una excentricidad: Vega Zaragoza

*Tenemos que empezar a dejar de creer que serán los políticos
los que van a solucionar las cosas, advierte el escritor

*Escribo para no salirme de quicio, y para que me quieran, puntualiza

Por Sergio Hernández Gil

Convencido de que el poder de escribir sí es un don, pero más que nada es el desarrollo de un talento que exige disciplina y vocación, el autor de “Antología de lo Indecible” (cuentos sobre la desesperanza y la soledad humanas, principalmente en relaciones de pareja), Guillermo Vega Zaragoza sostiene que en el género que sea: novela, cuento, poesía, el escritor, sea realista o fantástico, tiene que ser crítico de su realidad, un observador que se atreva a decir “el Rey va desnudo”, si se trata de denunciar la corrupción de los funcionarios o los políticos, de cualquier nivel, o descubrir o desenmascarar una verdad.

Considerado su estilo narrativo como el de un muchacho perverso, un enfant terrible, con un lenguaje cinematográfico, transgresor e irreverente, Vega Zaragoza se atrevió, dio el salto, quemó sus naves y renunció a ser un ejecutivo exitoso (gerente de comunicación en una trasnacional), con un alto salario, auto del año y seis tarjetas de crédito, “pero no era feliz porque no me dedicaba a lo que me gusta, hasta que me decidí empezar a vivir la vida que quiero”, a incursionar en el ser humano y entender sus actitudes, a estar en capacidad de mostrar sus motivaciones con toda su gama de emociones y sentimientos, las pasiones, en especial las de la relación amorosa.

“Con matices claramente sádicos, entre risas y chanzas, celebra una sexualidad políticamente incorrecta, la violencia, la transgresión de códigos (religiosos, hetero-normativos, de los géneros literarios…), se trata de la promoción del placer por el placer mismo, de tomar el micrófono para contar aventuras apenas disimuladas con el expediente de remitirlas al universo celestial: brillante, aunque parcial, salida del clóset. Violencia, sodomía, homosexualidad, exhibicionismo, constituyen un agasajo para el narcisismo de un narrador que habla en primera persona, exhibiéndose como dueño del saber”, señala sobre Guillermo Vega el filósofo y profesor, doctor Antonio Marquet.

Sobre sus orígenes como escritor, a más de haber nacido en la colonia Guerrero y vivir 35 años en Ciudad Netzahualcóyotl, Vega Zaragoza tiene dos explicaciones. La primera de ellas, de carácter freudiano surge de su relación con su madre, quien -cuando de cuatro o cinco años- siempre lo recibía con besos y expresiones amorosas cuando le permitía entrar a la casa luego de sentarlo en el quicio de la puerta a dibujar y copiar letras mientras ella hacía el quehacer doméstico. Un psicoanalista le dijo: a ti te sacaban de quicio y escribes para volver a entrar; “me gustó la explicación y sí, para eso precisamente yo escribo, para no salirme de quicio y para que me quieran”.

La otra explicación tiene que ver con su experiencia en la secundaria. Una amiga suya tenía un periódico manuscrito, que ilustraba con estampas de Walt Disney y de otros personajes, en el cual Guillermo Vega empezó a colaborar escribiendo sátiras sobre sus compañeros, descubriendo cosas en ellos sobre ellos mismos, revelando su lado oculto, y causaba molestia.
“Entonces descubrí que eso me gustaba, provocar una reacción en quien me lee, porque lo peor que puede pasar es que alguien lea lo que escribes y diga, indiferente ´sí, está bonito´. No, se trata de que se ría, de que se excite, que se indigne, que le de asco, que lo entristezca, que suceda algo que transforme al lector, que le provoque un nuevo estado de conciencia. Por eso escribo, para provocar una reacción”.

También poeta (“Preñar el Silencio” y “Espejo Infinito”, este último Mención Honorífica en el Premio Nacional de Poesía Marco Antonio Montes de Oca 2001), Vega Zaragoza señala que aunque la temática sea amorosa o fantástica, “y estés hablando de una guerra contra los marcianos, de todos modos terminas por hablar de la condición humana y con ello de la situación social, y eso implica sentido crítico y capacidad de recrear la realidad en otra realidad: la literaria”. Ese es el papel del escritor como intelectual, ser crítico de su entorno.

Tenemos que empezar a dejar de creer que serán los políticos los que van a solucionar las cosas y tiene que ser así, añade, porque se ha perdido ya el compromiso social y el compromiso político se ha prostituido, todo es negocio, juego de intereses. Para hacer política y para ser político en México hay que ser esquizofrénico o tener algo así como personalidad dividida porque no hay político que se crea lo que dice, o si dice que lo cree es que es un mentiroso, un “pendejo” o un cínico.

Para resolver los problemas sociales, primero tenemos que hacerlo nosotros en el ámbito de nuestra competencia, entender cómo está la cosa, no dejarse sugestionar, como diría Rubén Blades, por modelos importados que no son la solución, “si eres escritor, entender cómo es tu entorno y dar lo mejor de ti, si eres maestro, abogado, ingeniero, igual, tratar de hacer las cosas lo mejor posible, si nos pusiéramos marxistas, sería algo así como tomar conciencia de clase y luego pensar en organizarse. Lo grave es que nadie hace lo que le corresponde, los maestros hacen como que enseñan, los alumnos como que estudian, los policías como que nos protegen, los ciudadanos como que somos ciudadanos pero ni pagamos impuestos ni participamos, ni respetamos las normas”.

El problema, agrega el escritor, es que la estructura de valores está en crisis, todo lo que nos permitía fortaleza o salud mental ya no existe. Antes muchas personas encontraban eso en Instituciones como la Iglesia, la familia, la escuela, el trabajo, en un lugar en la sociedad, pero hoy en el trabajo ni te respetan, si pueden no te pagan, la escuela es campo de batalla, cada uno tiene su propia relación con los dioses, y la televisión es la que manda, la que dicta los roles y estereotipos sociales: racismo, violencia, individualidad, egoísmo, belleza y poder.

Sobre los mejores escritores contemporáneos, a pregunta expresa, señala que deambula por ahí “un chico que se llama William Shakespeare, que está dando muchas sorpresas, otro muchacho de apellido Borges y un paisano de él, Cortázar, Julio Cortázar, que realmente está haciendo cosas muy buenas”, pero que en él influyeron, ya en serio dice, “los escritores de la onda: o sea José Agustín, Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña, Gerardo de la Torre, que no es de la onda, pero sí de ese pelotón, y después los escritores del boom, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Julio Cortazar y los escritores norteamericanos del siglo XX, Hemingway, Truman Capote, Fitzgerald, Norman Mailer, y uno más reciente, Charles Bukovsky”.

Vega Zaragoza sostiene que ante el avance de la tecnología, concretamente el Internet, que permite una interacción directa entre el escritor y el lector, pues éste le puede dejar su opinión, calificar el texto, el libro no va a desaparecer, sino se convertirá en un fetiche, en una excentricidad, en cuestión de coleccionistas, que valorará el objeto, su formato, las pastas, las hojas, la impresión. Un poco lo que está sucediendo con la música: algunos artistas están poniendo su música en Internet, editan sus discos, gratuitos, como Radio Heat, ponen un disco nuevo a disposición de la gente durante un tiempo determinado, cualquiera lo puede bajar, pero muchos prefieren ir a comprarlo, para tener el disco original, con su caja, sus fotos, el álbum, son coleccionistas que quieren el empaque, la caja, con fotografías, y pagan por él. Lo mismo, va a suceder con los libros.

*Guillermo Vega Zaragoza es escritor, periodista (egresado de la UNAM) y profesor universitario en la UNAM, la Universidad Anáhuac, la Iberoamericana y la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Autor de tres libros de poesía (Preñar el Silencio, Espejo Infinito y Desde la Patria del Insomnio), y uno de cuantos (Antología de lo Indecible). Además ha publicado cuentos en más de una decena de diferentes antologías editadas por el FONCA, SOGEM y Joaquín Mortiz, entre otras casas. Ha colaborado en La Jornada Semanal; en Arena, de Excelsior, y en diversas revistas culturales. Actualmente es Editor de Información Periodística de la Revista Universidad de México, de la UNAM.

ENTREVISTA CON GUILLERMO SAMPERIO


Guillermo Samperio*, en busca de una nueva propuesta literaria
Rulfo debió haber sido Premio Nobel de Literatura, advierte el cuentista

Por Sergio Hernández Gil

Mentiroso, cual buen cuentista, Guillermo Samperio se reinventa, como Juan Rulfo, en cada palabra que vierte —por cierto, lentamente, uniendo una con otra en las nubes de su mente para fabricar metáforas y parábolas sorprendentes—, y así darnos nuevas pero verosímiles versiones sobre sí mismo y su historia familiar, cambiar sus influencias literarias y sus autores preferidos, modificar las causas que lo llevaron a escribir cuentos y dar un giro a este arte en busca de una nueva propuesta literaria.

“Casi terminé un proyecto que metí al Sistema Nacional de Creadores, que consistió en escribir un libro de prosas poéticas que tuvieran un final de cuento, que se perciba apenas en la narración que estás escribiendo. Ya no hay un tiempo lineal, manejas la prosa poética como la entendemos y luego empieza a girar de tal modo que apenas percibes que estás en la lectura de una historia, casi al cierre un final de cuento”.

Está por cumplir 60 años de edad (el próximo 22 de octubre), más de la mitad de ellos dedicados a escribir, y considerado por muchos –entre ellos Silvia Molina y Hernán Lara Zavala– como el mejor cuentista mexicano vivo, Guillermo Samperio, tras más de un año de inactividad –“sólo he leído mucho, mucho”– convalece de una larga dolencia de la espalda y de una afección en el ojo izquierdo que apareció cuando estaba ya prácticamente recuperado del pinzamiento lumbar.

No obstante, el maestro Samperio, como le llaman sus discípulos –yo incluido— de los talleres que ha encabezado por más de veinte años en diversos centros culturales del Distrito Federal, sonríe maliciosamente y tratando de sorprender gesta un engaño: “mira, aquí tengo un incunable” (término que designa a las primeras obras publicadas en el siglo XV con imprenta moderna) dice al tiempo que muestra un ejemplar de Anteojos para la abstracción, novela suya editada en 1994, construida a base de metáforas e imágenes producidas por un lenguaje sensual y poético, a grado tal que se transforma en erotismo puro.

Seguimos el juego y recorremos el libro desde la portada, las solapas, la hoja legal, la guarda (“ésta es la de autógrafos”, dice), la contraportada, y examinándolo abrimos la puerta del pasado, de cuando comenzó a escribir canciones para una muchacha que le gustaba, “pero finalmente me cansé, sentí que no era lo mío”. ¿Y por qué canciones? “¡Ah!, es que mi padre formaba parte de un trío, el Tamaulipeco de los Hermanos Samperio, nombre que les puso Azcárraga Vidaurreta para ponerlos a tocar en la “W”, ya que ellos estaban en la “Q” y tenían un nombre horrible, del que no me acuerdo”.

Sobre él, dice Silvia Molina: “El trabajo de Samperio, el registro de la vida de infinidad de personajes, la actitud frente a su oficio, la vida, los conflictos del momento que habita, superan su propia circunstancia y lo convierten en el mejor cuentista que tenemos, en un destinado a sobrevivir porque descubrió otra manera de decir y de contar, con una prosa traviesa o poética o erótica, y con temas y textos insólitos, originales y únicos”.

Explica el cuentista que cuando empezó a escribir ya había leído bastante: Kafka, Arrabal, Camus, el Marqués de Sade (Justine), “yo no comencé leyendo aventuras como verás, sino complejidad, erotismo, absurdo, teatro, poesía”, incluso, añade sarcástico, las memorias de Pancho Villa “un tomote que tenía mi padre”. Ahora, dice, terminé de leer Absalón, Absalón, de William Faulkner, “es una obra maravillosa. He leído algunos nobeles y creo que uno que se lo ganó muy bien es Faulkner. Hemingway no sé si se lo ganó, los últimos cuatro o cinco premios nobeles de literatura no creo tampoco que lo merecieran, incluido el portugués, para que leer a Saramago si ya leímos a Vargas Llosa” apunta y remata: “Rulfo debió haber sido Premio Nobel”

Con talento en sus manos, Samperio fue dibujante, desde los 18, en el Instituto Mexicano del Petróleo –“muy bien pagado”– y quería ser pintor “y ser pintor era una maldición, escribir me angustiaba menos, hasta que entré al psicoanálisis a los treinta años y ahí ya pude desatorarme, era una cosa así como que no quería yo superar a mi padre, ese era el conflicto, la angustia de dejarlo atrás”. Su primer cuento publicado se llamó Cuando el tacto toma la palabra, que da título al volumen que editó el Fondo de Cultura Económica, y en el que reúne los cuentos escritos entre 1974 y 1999.

En 1977 ganó el más importante premio en América Latina de la época, el Casa de las Américas con el libro de cuentos Miedo Ambiente. “Eso me dio fortuna. Salió la noticia en la primera plana de los periódicos e inmediatamente Grijalvo me publicó ése y otros dos libros, entre ellos el primero que escribí, Lenin en el Fútbol”. Eso sirvió también para que fuera invitado, por instrucciones de Porfirio Muñoz Ledo, a colaborar en la Secretaría de Educación Pública como asesor de Javier Barros Valero, entonces director de Publicaciones.

Para él, sin lectores no hay literatura. “Yo me refiero a que la literatura surge en el momento en el que el texto escrito es leído o escuchado, mientras está guardado en el cajón no existe”. Sus personajes, añade, pueden surgir de la realidad pero al escribir el texto, conforme se avanza, pueden tomar caminos inesperados, se van transformando de acuerdo a las necesidades de la historia que se está narrando.

Considera que la política para estimular la escritura debería crear más talleres como el Centro de Lectura del Instituto Nacional de Bellas Artes en la colonia Condesa del Distrito Federal donde se presentan escritores para hablar de su obra y de la de otros, donde las personas pueden leer sus creaciones y “tallerear” o simplemente ir a leer, es una oferta múltiple que debería haber en todo el país. También, añade, a los autores ya con obra publicada deberían de promoverlos más en el extranjero, promoverles traducciones a otros idiomas y apoyarlos para que vayan a otros países a exponer su trabajo.




*Guillermo Samperio, tiene una amplia y variada obra cuentística: Cualquier Día Sábado (1974), Miedo Ambiente (Premio Casa de las Américas 1977), Gente de la Ciudad (1985), Cuaderno Imaginario (1989), Cuando el tacto toma la palabra (cuentos 1974-1999), La cochinilla y otras ficciones breves (1999), La mujer de la gabardina roja y otras mujeres (2003); novelas: Anteojos para la abstracción (1994) y Ventriloquia inalámbrica (1996) y ensayo: Después apareció una nave, recetas para nuevos cuentistas (2002) y Los franchutes en México (2000). Entre otros cargos, ha sido director de Literatura del INBA, director de Difusión Cultural de la Universidad Iberoamericana, asesor de la dirección de Publicaciones de la SEP, y ha recibido múltiples premios y homenajes por su obra y trayectoria.




Respecto a su experimento literario señala: su descripción sería prosa poética con final de cuento. Son un poco complejos, algunos no son para un lector que empieza a leer, tal vez para algunos requerirá un par de lecturas, y en tono jocoso presenta un ejemplo gráfico con sus manos que nos bota de risa: “es como un clavo, cuando ya ha entrado la mitad empieza a girar y ¡pum! cambia su función, empieza como clavo y termina como tornillo. El género clavo-tornillo, jajajaja”.

ENTREVISTA CON LILIANA PEDROZA


Andamos huyendo Elena, a diez años de su muerte.

El de Bioy Casares y Elena Garro fue un amor frustrado, pero un amor sumamente intenso: Liliana Pedroza*

Por Sergio Hernández Gil

Diez años se cumplen este 22 de agosto que murió Elena Garro, más fue sólo una muerte física, puesto que de ella nos queda, en sus textos literarios y los múltiples testimonios sobre su vida, su elevado espíritu creativo, “su prosa limpia y poética y su vasta imaginación, capaz de construir personajes desde la magia o desde el horror”, señala la escritora Liliana Pedroza, autora de Andamos huyendo, Elena, un detallado ensayo sobre la vida y obra de una de las mexicanas más controvertidas del pasado siglo XX.

Mito y enigma, amante y amada de largo aliento, Elena llevó siempre en su alma –a pesar de la separación-- el indeleble sello de casi 30 años de vida junto a Octavio Paz, y en forma paralela despertó la apasionada inspiración de Adolfo Bioy Casares, a quien conoció en París en 1949 y que fue “el inicio de una larga relación de amor, con breves y escasos encuentros, pero que sobreviviría a través de una abundante correspondencia”. Adolfo Bioy Casares, declaró Elena, fue el amor loco de su vida.

“Fue una relación epistolar. Un amor frustrado, pero un amor sumamente intenso”, señala Liliana Pedroza, quien parafraseando a Guillermo Sheridan señala que la relación de Elena y Paz fue libre, en referencia velada a los amoríos del poeta. “No hablaría de infidelidad, pero por supuesto que se trató de una relación extraconyugal, la de Garro y Bioy Casares, no sólo por parte de Elena sino de Adolfo, que estaba casado con Silvina Ocampo, escritora argentina. Gran parte de la correspondencia que hay en la Universidad de Princenton son cartas de amor de Bioy para Elena, aproximadamente tres cajas de cartas larguísimas evocando sus escasos encuentros”.

Deslumbrada más que por el mito por la obra misma, la seducción de Liliana Pedroza por Elena Garro deviene de Los recuerdos del Porvenir. “Su prosa surgió poderosa ante mi. Aún ahora. En ese tiempo estudiaba en la universidad e hice un trabajo menor con los pocos recursos que manejaba como investigadora y con todas las implicaciones que tenía al vivir en el interior del país: escasez de bibliografía e información, aunque ahora la tecnología ha venido a modificar paradigmas. Ese pequeño ensayo sería el origen de esta publicación, ahora ya con más elementos y una búsqueda a profundidad de la obra y la vida de esta autora. Tanto así, que este trabajo me llevó a diversas bibliotecas del país y de Estados Unidos. Fui por mero capricho y curiosidad hasta New Yersey, a la Universidad de Princenton, para leer su correspondencia personal que fue de gran valía para mi trabajo”

Elena cautivaba a todo el mundo, en sí misma fue una mujer con una personalidad atrayente. Su vida se conformó no sólo de una gran cantidad de viajes y reuniones con la intelectualidad de aquella época, la cual la nutrió como escritora, sino de embates contra todo lo que despreciaba: ella fue una gran activista a favor de los campesinos, por ejemplo, algo de lo que poco se ha hablado.

En la introducción de Andamos huyendo, Elena, Pedroza afirma que la escritora mantuvo una vida colmada de exilios y a su vez pobló de huidas y partidas a los personajes de su narrativa, y añade que se detiene en su acto de escapismo para mirarse y para que la miren. “A lo largo de su novelística y de sus cuentos existen, en su mayoría, mujeres expatriadas o en un exilio interior”, explica y subraya que Elena Garro se preocupa por la marginación a partir y desde la mujer: sus personajes huyen del poder patriarcal al que están sometidas. La fuga evidencia la dominación que las acecha y las persigue.

“Elena Garro huía de sus propios horrores. En entrevistas y en su misma narrativa separa su vida en dos grandes momentos: la época de su infancia y juventud cuando aun era soltera; y su vida de casada. Salir del hogar y enfrentarse a una vida conyugal nada fácil da juego a su constante contraste de blancos y negros. Ella fue feliz en la infancia, lo confiesa en una carta que Emmanuel Carballo publicaría en Protagonistas de la literatura mexicana, luego viene esa época turbia que coincide o es parte de la vida compartida con Octavio Paz”.

En su ensayo, Liliana Pedroza refiere que Elena Garro, cuya vida se revela con grandes contrastes, conoció a Octavio Paz en su época de estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en 1935. Dos años más tarde se casan y viajan a España, junto con otros intelectuales, para apoyar a los republicanos combatientes en la Guerra Civil. De esa experiencia surge Memorias de España, 1937, en la que desmitifica en gran medida la labor de intelectuales mexicanos en ese período. Después de unos años en México en 1945 se mudan a París donde Paz realizaría labores diplomáticas. Es allí donde ella conoce a Bioy Casares.

“Mi identificación (con Elena Garro) se debe al tema que trato en el libro, que es la fuga. En mi periodo de escritura me encontraba fuera del país, entonces la extranjería se vuelve un tema recurrente, esa sensación de no pertenencia fuera del lugar de origen pero tampoco dentro de él cuando sucede el regreso. Elena lo vivió de muchas maneras, quizá el período más crítico fue durante su largo exilio y su retorno a México, ya al final de su vida, como una auténtica extranjera”.

El exilio de Elena Garro, que duró 23 años, comienza en 1968, luego de que es acusada de denunciar a intelectuales de ser los causantes del 2 de octubre, “pero ella habla de una manipulación de sus declaraciones en los medios. Elena no denunció a nadie, pero en un tiempo tan convulso no había oportunidad de aclarar nada. Ella y su hija primero se esconden y dadas las circunstancias tienen que huir del país, primero a Estados Unidos, luego a España y finalmente a París”.
A su regreso del exilio de Francia, se instaló en Cuernavaca, en donde vivía con su hija Elenita y 14 gatos en un humilde y deprimente departamento que le prestaba uno de sus hermanos. Para entonces ya no escribía, “ya no tenía qué”, afirmaba, poco antes de morir, poco antes de cumplir 82 años de edad.

*Liliana Pedroza (Chihuahua, 1976) es escritora, investigadora y profesora universitaria, doctorada en Letras por la Universidad Complutense de Madrid, Becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y del Fondo Estatal David Alfaro Siqueiros.