miércoles, 12 de noviembre de 2008

ENTREVISTA CON LILIANA PEDROZA


Andamos huyendo Elena, a diez años de su muerte.

El de Bioy Casares y Elena Garro fue un amor frustrado, pero un amor sumamente intenso: Liliana Pedroza*

Por Sergio Hernández Gil

Diez años se cumplen este 22 de agosto que murió Elena Garro, más fue sólo una muerte física, puesto que de ella nos queda, en sus textos literarios y los múltiples testimonios sobre su vida, su elevado espíritu creativo, “su prosa limpia y poética y su vasta imaginación, capaz de construir personajes desde la magia o desde el horror”, señala la escritora Liliana Pedroza, autora de Andamos huyendo, Elena, un detallado ensayo sobre la vida y obra de una de las mexicanas más controvertidas del pasado siglo XX.

Mito y enigma, amante y amada de largo aliento, Elena llevó siempre en su alma –a pesar de la separación-- el indeleble sello de casi 30 años de vida junto a Octavio Paz, y en forma paralela despertó la apasionada inspiración de Adolfo Bioy Casares, a quien conoció en París en 1949 y que fue “el inicio de una larga relación de amor, con breves y escasos encuentros, pero que sobreviviría a través de una abundante correspondencia”. Adolfo Bioy Casares, declaró Elena, fue el amor loco de su vida.

“Fue una relación epistolar. Un amor frustrado, pero un amor sumamente intenso”, señala Liliana Pedroza, quien parafraseando a Guillermo Sheridan señala que la relación de Elena y Paz fue libre, en referencia velada a los amoríos del poeta. “No hablaría de infidelidad, pero por supuesto que se trató de una relación extraconyugal, la de Garro y Bioy Casares, no sólo por parte de Elena sino de Adolfo, que estaba casado con Silvina Ocampo, escritora argentina. Gran parte de la correspondencia que hay en la Universidad de Princenton son cartas de amor de Bioy para Elena, aproximadamente tres cajas de cartas larguísimas evocando sus escasos encuentros”.

Deslumbrada más que por el mito por la obra misma, la seducción de Liliana Pedroza por Elena Garro deviene de Los recuerdos del Porvenir. “Su prosa surgió poderosa ante mi. Aún ahora. En ese tiempo estudiaba en la universidad e hice un trabajo menor con los pocos recursos que manejaba como investigadora y con todas las implicaciones que tenía al vivir en el interior del país: escasez de bibliografía e información, aunque ahora la tecnología ha venido a modificar paradigmas. Ese pequeño ensayo sería el origen de esta publicación, ahora ya con más elementos y una búsqueda a profundidad de la obra y la vida de esta autora. Tanto así, que este trabajo me llevó a diversas bibliotecas del país y de Estados Unidos. Fui por mero capricho y curiosidad hasta New Yersey, a la Universidad de Princenton, para leer su correspondencia personal que fue de gran valía para mi trabajo”

Elena cautivaba a todo el mundo, en sí misma fue una mujer con una personalidad atrayente. Su vida se conformó no sólo de una gran cantidad de viajes y reuniones con la intelectualidad de aquella época, la cual la nutrió como escritora, sino de embates contra todo lo que despreciaba: ella fue una gran activista a favor de los campesinos, por ejemplo, algo de lo que poco se ha hablado.

En la introducción de Andamos huyendo, Elena, Pedroza afirma que la escritora mantuvo una vida colmada de exilios y a su vez pobló de huidas y partidas a los personajes de su narrativa, y añade que se detiene en su acto de escapismo para mirarse y para que la miren. “A lo largo de su novelística y de sus cuentos existen, en su mayoría, mujeres expatriadas o en un exilio interior”, explica y subraya que Elena Garro se preocupa por la marginación a partir y desde la mujer: sus personajes huyen del poder patriarcal al que están sometidas. La fuga evidencia la dominación que las acecha y las persigue.

“Elena Garro huía de sus propios horrores. En entrevistas y en su misma narrativa separa su vida en dos grandes momentos: la época de su infancia y juventud cuando aun era soltera; y su vida de casada. Salir del hogar y enfrentarse a una vida conyugal nada fácil da juego a su constante contraste de blancos y negros. Ella fue feliz en la infancia, lo confiesa en una carta que Emmanuel Carballo publicaría en Protagonistas de la literatura mexicana, luego viene esa época turbia que coincide o es parte de la vida compartida con Octavio Paz”.

En su ensayo, Liliana Pedroza refiere que Elena Garro, cuya vida se revela con grandes contrastes, conoció a Octavio Paz en su época de estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en 1935. Dos años más tarde se casan y viajan a España, junto con otros intelectuales, para apoyar a los republicanos combatientes en la Guerra Civil. De esa experiencia surge Memorias de España, 1937, en la que desmitifica en gran medida la labor de intelectuales mexicanos en ese período. Después de unos años en México en 1945 se mudan a París donde Paz realizaría labores diplomáticas. Es allí donde ella conoce a Bioy Casares.

“Mi identificación (con Elena Garro) se debe al tema que trato en el libro, que es la fuga. En mi periodo de escritura me encontraba fuera del país, entonces la extranjería se vuelve un tema recurrente, esa sensación de no pertenencia fuera del lugar de origen pero tampoco dentro de él cuando sucede el regreso. Elena lo vivió de muchas maneras, quizá el período más crítico fue durante su largo exilio y su retorno a México, ya al final de su vida, como una auténtica extranjera”.

El exilio de Elena Garro, que duró 23 años, comienza en 1968, luego de que es acusada de denunciar a intelectuales de ser los causantes del 2 de octubre, “pero ella habla de una manipulación de sus declaraciones en los medios. Elena no denunció a nadie, pero en un tiempo tan convulso no había oportunidad de aclarar nada. Ella y su hija primero se esconden y dadas las circunstancias tienen que huir del país, primero a Estados Unidos, luego a España y finalmente a París”.
A su regreso del exilio de Francia, se instaló en Cuernavaca, en donde vivía con su hija Elenita y 14 gatos en un humilde y deprimente departamento que le prestaba uno de sus hermanos. Para entonces ya no escribía, “ya no tenía qué”, afirmaba, poco antes de morir, poco antes de cumplir 82 años de edad.

*Liliana Pedroza (Chihuahua, 1976) es escritora, investigadora y profesora universitaria, doctorada en Letras por la Universidad Complutense de Madrid, Becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y del Fondo Estatal David Alfaro Siqueiros.